La consecuencia de perder el tiempo.

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Apenas este fin de semana se celebró el Congreso Nacional de Jóvenes de la Iglesia Cristiana a la que asisto. Lamentablemente no pude asistir.

Aún recuerdo en mis años mozos cuando asistía a los Congresos y Campamentos. No sólo eran divertidísimos, sino además, aprendías sobre el camino de Jesús mediante dinámicas y juegos. Cantábamos hasta el amanecer, orábamos a pesar del frío inclemente de la noche. Recuerdo haber asistido a varios de ellos en la secundaria, de hecho existen evidencias en FB de esos eventos. Viajé a Oaxaca, Guadalajara, Pachuca, Chihuahua, Guerrero, tan sólo para reunirme con cientos (hasta miles) de jóvenes, que como yo, iban en búsqueda de un cambio verdadero en su vida.

Algunos  se restistían, otros se entregaban. Había luchas espirituales, mucha gratitud, lágrimas, sonrisas, pláticas, intercambio de correos electrónicos, fotografías y muchas veces también había fútbol. Qué días aquellos.

Recuerdo incluso cuando iba en la Prepa que Jesús me llamó a servirle como parte de la Directiva de los intermedios (jóvenes entre 16-18 años). Antes de cada Congreso nacional, se reunían las directivas de  todo el país para pedirle a Dios dirección sobre los temas, las dinámicas y sobre todo para que derramara bendición sobre estos jóvenes. Recuerdo que yo aún no entendía muchas cosas, sin embargo, Jesús tocó mi corazón y lo llenó de compasión y de amor por esos jóvenes, por los rebeldes, por los necesitados, por los que me hacían la vida imposible.

Y la palabra clave hasta ahora es: RECUERDO.

Esta es justamente la consecuencia de perder el tiempo, de alejarse del camino, de distraerse con los efímeros placeres de este mundo. Resulta difícil reconocer no sólo que hemos ofendido a Dios, sino que hemos dado la espalda al Ministerio, a la Verdad, al Amor.

He aquí una verdad universal: el tiempo no vuelve.

Hoy lamento haberme perdido este Congreso al leer sobre las maravillosas bendiciones que Jesús brindó a los jóvenes que atendieron su llamado. Tal vez hoy estaría ahí, seguro pagaría mi pasaje, sin embargo, mi regreso llegó demasiado tarde…esta es la consecuencia de perder el tiempo.

Pero de nada sirve lamentarme, Jesús está a la puerta y nos llama a buscarlo, nos llama a escucharlo, nos llama a servirlo.

Para Volver a la Cruz es necesario reconocer que este tiempo se ha perdido, que no volverá, pero que adelante nos espera una vida de servicio, de amor, de misericordia, de proclamar las maravillas de Cristo. No sirve de nada lamentarnos, sirve menos aún seguir perdiendo el tiempo en este mundo.

Es momento de regresar a la Cruz, es momento de Amar a Cristo con todo nuestro corazón, es momento de renacer del Espíritu, es momento de llevar el Mensaje a las Naciones: Jesús murió por nosotros. Alabado sea su nombre.

 

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