CONVERSACIONES CON EL VIEJO HOMBRE

Todos, en algún momento, sentimos que es necesario renovarnos, dejar los viejos vicios, crear nuevas conductas saludables, tomar decisiones hoy que nos aseguren un futuro mejor. Algunos lo hacen a través de la alimentación, otros de la meditación… los cristianos reconocemos que no hay nada en nosotros que provoque un cambio radical y perdurable. En Cristo hemos encontrado la única salida hacia una vida nueva.

Aunque tenemos la certeza de que tenemos una naturaleza totalmente diferente cuando el Espíritu Santo viene a habitar en nuestro corazón, también es cierto, que nuestra vieja naturaleza de pecado no nos deja en paz.

Sin embargo, aunque tenemos la certeza de que tenemos una naturaleza totalmente diferente cuando el Espíritu Santo viene a habitar en nuestro corazón, también es cierto, que nuestra vieja naturaleza de pecado no nos deja en paz. Ese viejo hombre nos habla continuamente, nos recuerda lo terrible que somos, nos avergüenza con nuestro propio comportamiento, y la mayoría de las veces, no podemos negarlo, nos conoce perfectamente.

No por nada la Biblia enfatiza, una y otra vez, la importancia de “revestirnos del nuevo hombre”, de recordar que “somos una nueva criatura”, “que ya no hay más condenación para los que están en Cristo Jesús”. Esta batalla no se terminará del todo hasta que Jesús venga de nuevo por Su Iglesia, cuando esta naturaleza de pecado se vista de incorrupción y sea totalmente recreada, como fue en el principio, a la imagen del Hijo de Dios (Ven ya, Señor Jesús).

Esta serie de escritos tienen un objetivo muy específico: reconocer que aún tengo luchas con el pecado, con mi viejo hombre, pero al mismo tiempo, repetirme las verdades del Evangelio, una y otra vez, sabiendo que el viejo hombre fue crucificado con sus pasiones y deseos y que el pecado ya no se enseñoreará de mí, porque las cosas viejas pasaron, y he aquí todas son hechas nuevas.

Aún tengo luchas con el pecado, con mi viejo hombre, pero al mismo tiempo, me repito las verdades del Evangelio.

Al escribir cada texto, no quise convertirlo en un dialogo, ya que mi viejo hombre solía ser yo, así que se construye como una especie de monólogo, pero en el que intencionalmente dejé espacios en blanco para indicar que es ahí dónde este viejo yo habla.

Me encantaría, incluso, que tú llenaras ese espacio en blanco con lo que tú crees que te diría a ti, si estuvieras hablando con tu viejo hombre ¿Sobre qué hablarían?

SOBRE EL ENOJO

Hola, la verdad no sé porqué estoy aquí contigo. Hace tiempo me prometí no volver a verte, ni hablarte, ni escucharte, pero fue tanta tu insistencia. Te pido que esta conversación sea rápida, tengo mejores cosas que hacer. ¿De qué quieres hablarme esta vez?

No sé porqué crees que voy a comprarte la idea de que haces esto por mi propio bien, para que me relaje, para que no me tome todo tan en serio, pero en verdad estoy avergonzado por mi comportamiento de esta mañana.

Antes de que sigas… no importa que haya pasado una mala noche, no importa que tenga mucho trabajo, ni mi esposa ni mi hija tienen la culpa de que mi corazón reaccione de esa forma. La verdad, tampoco yo sé bien porqué sigo portándome así, pero claro, tú ahora te quieres vestir de héroe comprensivo, pero en realidad eres el causante de todo.

Esto es lo que siempre pasa, comienzas muy amable, tratando de persuadirme con palabras dulces y mucha empatía, pero en cuanto rechazo tus ataques pasivos, comienzas con la culpa y las acusaciones, pero bueno, así eres tú… así era yo.

Sí, tienes razón, reconozco que me desespero fácilmente, digo en voz baja cosas que no digo de frente, le pego al celular cuando no funciona de inmediato, me enardezco con la compañía de servicios de internet porque no hay señal, quiero tener una camioneta con parrilla de acero para chocarle al que se me ponga enfrente. Pero aunque eso es una batalla diaria, estoy convencido que la guerra está ganada.

Puedes reírte todo lo que quieras, pero tu error está en pensar que yo soy el que daré el golpe final, de hecho, te equivocas en pensar en futuro, el triunfo ya es mío y se consumó hace dos mil años, viejo enemigo. Sé que lo sabes también y por eso esta incansable encomienda de recordarme quién solía ser, de señalar mis defectos, de llegar a avergonzarme por confiar en que Dios me ha cambiado.

Te dije al principio que tenía poco tiempo y se acabó, esta conversación ha terminado. Sé que intentarás persuadirme nuevamente de volver a mis hábitos, sé que prometerás placer inmediato y recompensas que, aunque parezcan brillantes, son basura comparadas con el gran regalo que tengo a través de Cristo, la salvación de mi alma para siempre, la futura redención de mi mente y de mi cuerpo, sujetos aún al pecado, pero que serán nuevos de verdad.

Estoy seguro que muy pronto estaremos en este mismo lugar, conversando sobre lo atractivo que es volver a ser tú, pero tengo una palabra, que no es mía, que quiero que te grabes muy bien: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el misterio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” – 2a Corintios 5:17-19.

2 comentarios sobre “CONVERSACIONES CON EL VIEJO HOMBRE

  1. Precioso mensaje en el cual encuentro a Cristo y su Sangre derramada que lava y limpia de todo pecado¡¡¡ Es una lucha diaria con la carne y nos llama a revestirnos de la armadura de la fe. Gracias por tan bello mensaje.
    El Señor le guarde y le bendiga.

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